Sherlock Holmes 1.1

El nacimiento de un mito 

Pocos personajes literarios pueden presumir de haber superado la fama de su creador hasta hacerla desaparecer bajo la sombra de la suya propia; uno de ellos es Sherlock Holmes. En sí mismo el personaje constituye un fenómeno tan grande que es difícilmente abarcable con palabras: es el detective por excelencia y uno de los personajes más venerados de todos los tiempos.

Nacido del imaginario de Sir Arthur Conan Doyle, Sherlock cautivó a miles alcanzando cotas de popularidad insospechadas. Pronto se convirtió en la particular "gallina de los huevos de oro" de Sir Arthur quien, contra todo pronóstico, detestaba al personaje al que había dado vida. La convivencia entre ambos se hizo insoportable hasta el punto de que su excelencia decidió deshacerse del detective en El problema final. Irónicamente, el personaje le causó más inconvenientes muerto que vivo pues tuvo que hacer frente a las legiones de decepcionados seguidores que le acosaron hasta que aceptó revivirlo en El regreso de Sherlock Holmes. Para entonces, Sherlock Holmes se había convertido en un fenómeno de masas ¿Qué le hacía, y le hace, tan especial?






En primer lugar, Conan Doyle estuvo muy acertado al concederle a su protagonista un adversario con el que medirse, dándole a sus obras esta apariencia de duelo, detective contra mente criminal, que atrajo mucho más a los lectores que la idea de un detective teórico, Dupin, cuyo interés era para con la cadena lógica de los hechos. Una aproximación más humana a las historias también ayudó a su difusión. El compañero que narra las aventuras del héroe tiene ahora un nombre, John Watson, y una historia previa, soldado herido durante la guerra y doctor de profesión. Este pasado le dota de la credibilidad y formación necesarias para ser testigo activo en las aventuras del detective. Además, Holmes compartía nacionalidad con sus lectores primeros, facilidad de la que no disfrutó Dupin ni disfrutaría Poirot. Esta simple adición a su persona facilitó mucho la aparición de simpatías, apoyadas en sentimientos de orgullo nacional, dirigidas al personaje.

La gran cantidad de obras en las que apareció Holmes, el canon holmesiano se compone de cuatro novelas y cincuenta y seis relatos cortos, le dotó de ventaja frente a Dupin, que con su breve trilogía no alcanzó a darse a conocer a un gran número de lectores. En cuanto a Poirot, que también aparece en una cantidad nada despreciable de novelas y relatos cortos, Holmes se benefició de nacer en una época en la que el género aún no había alcanzado pleno desarrollo y en la que el público era más crédulo. A causa de lo anterior, las obras de Doyle no requerían de tanto realismo como lo harían las de Christie, y esto permitió a Sir Arthur forjar un personaje con unas dotes sobrehumanas, un personaje de leyenda.

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